El Instituto de Educación Superior Tomás Godoy Cruz, en sus casi 150 años de historia vio egresar de sus aulas miles de nuevos docentes, técnicos y técnicas. Sin embargo, hay quienes se destacan por su empeño indiscutido, su luz particular. La vida y trayectoria académica de Ingrid Robles engrosa el listado de egresadas destacadas, heroínas cotidianas, que animan a otras personas a cumplir sus metas o retomar sus sueños postergados.
Con voz plácida y angelada, inicia la narración de su travesía: “Tengo 44 años y tres hijos. Comencé a estudiar Profesorado de Educación Primaria en 2014; entre 2016 y 2017 empecé con problemas de salud: neumonía, dificultades respiratorias, hemorragias y anemia”. No obstante este panorama, nunca fue una opción abandonar de la carrera.
Dos años después -2019- a Ingrid le diagnostican cáncer de útero: “para esta fecha, a duras penas estaba cursando los talleres de cuarto; los terminé hacia el final del primer cuatrimestre y me operaron el 27 de julio”. Luego de atravesar la cirugía -histerectomía completa-, fue el turno de la radioterapia y la braquiterapia. “Durante el tratamiento la pasé muy mal, fue terrible… sin embargo saqué las materias que me quedaban -para hacer la práctica profesional IV- con mucho esfuerzo ya que había días en los que no quería salir de la cama”, comenta Robles, con un toque de nostalgia en sus recuerdos.
Controles esporádicos y nuevas noticias
La flamante docente se sometió a análisis rigurosos en los meses venideros. Todo parecía indicar que su salud estaba recuperada. No obstante, los resultados no fueron positivos. “Cuando creí que estaba sana, me indicaron que realizara un PET -tomografía por emisión de positrones-. Los resultados indicaron que tenía cáncer en los ganglios linfáticos, en cervical, mediastino, columna, abdomen y pelvis”.
Para entonces, desde el punto de vista académico, Ingrid se encontraba en condiciones de comenzar con su residencia pero tenía que empezar quimioterapia, única posibilidad de combatir la enfermedad. Así es que con valor novelesco, se aventuró en sus prácticas docentes en medio del tratamiento. “En ese momento hablé con la profesora María de los Ángeles Curri (jefa de formación inicial del instituto Tomás Godoy Cruz) para compartirle mi situación pero a la vez decirle que no quería dejar mi proceso académico”, relata con entereza.
Conexiones remotas, encuentros humanos
La virtualidad significó una excelente oportunidad para que Robles completase este periodo de formación. De hecho, decidió continuar con su camino dentro de la institución educativa por esta novedosa posibilidad: “al dedicar todo un año para la quimioterapia, pensé que sería terrible desaprovechar el tiempo, así que opté por seguir”. Ingrid enfatiza que la cercanía de docentes del instituto, en especial de la profesora Curri, significó la columna vertebral que sostuvo la última parte de su proceso como estudiante. Sin titubear, insiste: “sus mensajes cotidianos para darme ánimo fueron un pilar, un apoyo incondicional, estoy eternamente agradecida”.
“A veces no quería levantarme de la cama pero sabía que mis alumnos me esperaban detrás de la pantalla”, declara la nueva profesora en Educación Primaria y “eso me hacía poner más la atención en la labor que en los malestares propios de la quimio”. Trabajaba videollamada mediante con 8 estudiantes de trayectorias débiles.
Finalmente, el 5 de noviembre Ingrid rindió su coloquio final y concluyó su carrera. Más allá de este inestimable logro, con fortaleza admirable continúa honrando la vida y la educación: “A comienzos de año me inscribí en el curso de preceptoría escolar y ya lo finalicé e hice otro acerca de la escritura en nivel superior, que también terminé… ¡seguiré sacándole el jugo a este tiempo así el año que viene ya estoy curada y trabajando!”, remata con una preciosa sonrisa que ilumina nuestra jornada. Y nuestra existencia.