Día Internacional de la Mujer Trabajadora

8 de marzo

Día Internacional de la Mujer Trabajadora


A las luchadoras desconocidas de cada día, a todas ellas:

El día de la mujer pareciera un acontecimiento de festejo pero en realidad representa una fecha de intensa lucha que sigue vigente a través de los años… “por la participación en igualdad con su par, el hombre, y en su desarrollo íntegro como persona”.

Pero esta igualdad, ¿se vive como tal?

Desde su naturaleza, hombres y mujeres somos diferentes y sería bueno aceptar este concepto desde ambas partes como un complemento y no como una desigualdad. Y es justamente en este punto que no podemos dejar de sorprendernos cuando escuchamos la cantidad de casos de violencia hacia la mujer, femicidios, trata, abusos y demás a las que han sido y son sometidas tantas mujeres desde siempre…

¡Qué le pasa a esta sociedad que maltrata a quien da vida! ¡Qué tienen esos hombres que se dicen amantes, amores, sostenes, que hieren a quien trabaja y además sirve su cena, lava sus prendas, cuida su casa…!

No podemos festejar. Deberíamos reflexionar y actuar para que estos casos se terminen, para que nadie salga herido, para que haya tolerancia y respeto; esa es la revolución.

Este es un reconocimiento para todas ellas, las anónimas, las que no salen en la tele o en el diario, sino que están en lo cotidiano, las que enseñan, las que cuidan, las que contienen, las que quieren con locura y siguen peleando simplemente para ser más amadas…

 

Para la reflexión en el aula

Un artículo del año 1980…¿que sigue vigente?

Ella no trabaja, se queda en casa

PARIS (UNESCO) –Un investigador social preguntó a un pequeño agricultor en El Salvador, padre de 16 niños (de los cuales viven 9): “¿Qué tipo de trabajo efectúa su mujer?”, a lo cual él contestó: “No hace nada, permanece en casa”. Al preguntarle en qué empleaba en tiempo en la casa, el agricultor dijo:

“Se levanta a las cuatro de la mañana, va a traer agua y leña, enciende el fuego y prepara el desayuno. Luego lleva al río la ropa para lavarla y va al mercado para comprar lo que necesite. Después de ello, prepara el almuerzo y me lo trae al campo, a unos tres kilómetros de distancia de nuestra casa. Luego tiene que atender a los pollos, a los cerdos, y naturalmente a los niños. Cuando vuelvo a casa tiene lista la comida. Después de la comida, cuando el resto de la familia se ha acostado, termina cualquier trabajo del hogar que quede por hacer y luego se acuesta aproximadamente a las 9 de la noche”.

“¿Hace todo eso y usted dice que no trabaja?”, preguntó el investigador. “Naturalmente que no trabaja”, dijo el agricultor, “ya le dije que se queda en casa”.

Casos como estos no son raros en América Latina en donde la posición jurídica de la mujer es cercana a la de los menores de edad. El marido ejerce autoridad exclusiva en el hogar y sobre los niños. A menos que un contrato matrimonial estipule lo contrario, la esposa entrega a su marido el control sobre sus propiedades.

Tal estado de cosas no está confinado a un continente, se encuentra en muchas regiones del mundo. En verdad, la mitad de la Humanidad se encuentra afectada. Pero esos hechos son tratados como si no tuvieran gran importancia y en general la prensa hace caso omiso de ellos. Con mucha frecuencia, la mujer interesa a los diarios solo cuando desempeña un papel en un juicio de escándalo o es blanco de la propaganda de los artículos de consumo, o como objeto sexual.

 

Mabel Itzcovich*

*Cineasta y periodista. Nacida en Rosario, en 1927, y formada en el ámbito de los circuitos cinéfilos de principios de la década del 50, Itzcovich fue becada para estudiar cine en el Institute de Hautes Etudies Cinematográphiques (Idhec) de París. A su regreso al país, junto al cineasta y docente Simón Feldman (al que conoció en ese viaje y quien, además, se convertiría en su esposo), fue cofundadora del Seminario de Cine de Buenos Aires, que intentó llevar a la práctica una versión local del programa de estudios francés. Itzcovich también fue impulsora, con Feldman, de la Asociación de Realizadores de Cortometrajes y de su revista, Cuadernos de Cine; también de Cinecrítica y de Tiempos de Cine, convirtiéndose, por medio de su participación en dichas publicaciones, en una de las primeras mujeres que ejercieron la crítica cinematográfica en la Argentina.  Itzcovich también incursionó en la dirección de documentales, con el corto «De los abandonados», en el que puso en la mira los métodos terapéuticos usados en los hospitales de niños porteños, y con el mediometraje «Soy de aquí». En 1964 fue una de las guionistas de «El ojo que espía», la película de Leopoldo Torre Nilsson, y un año después fue nombrada jefa de redacción de la revista Extra. Tras el golpe militar de 1976, Laura, una de las dos hijas que tuvo con Feldman, fue secuestrada en el Colegio Carlos Pellegrini, donde cursaba el último año. Desde entonces permanece desaparecida. En 1977, Itzcovich se exilió en Italia, de donde regresó en 1984 con la restauración de la democracia. Desde entonces se desempeñó como crítica teatral, en diversos medios periodísticos, entre ellos, Página 12, Sur y Clarín.

 

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