Galeano está vivo

Eduardo Galeano

Galeano está vivo

El mundo.- Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos. El mundo es eso -reveló- Un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.


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Eduardo Galeano no se ha ido, está presente en cada idea revolucionaria, en cada vena de América Latina, en cada abrazo…

Sin dudas encendió y movilizó a quienes lo leyeron. Fue un gran periodista y escritor, uno de los más destacados de la literatura lationamericana. Aquí les dejamos algunas reflexiones, además de sus obras completas para descargar.

El periodista Rodolfo Braceli, en su nota de Diario Jornada habla sobre el momento político mundial en el que Galeano se fue… 

   

Galeano lo vio ¡lo vio!

   

Viernes, 17 de Abril de 2015

Buen día, buendía a la hora que nos sea. ¿Cómo puede uno decir buendía si esta semana comenzó con la noticia de la (supuesta) muerte de Eduardo Galeano?

Podemos decir buendía porque desde el Caribe para abajo, en este pleno sur, estamos viendo lo que por generaciones decíamos que no íbamos ver nosotros, ni nuestros hijos, ni los hijos de nuestros hijos.

Por empezar: la noticia sobre la muerte de nuestro Galeano no es, en su esencia, cierta. No es real. ¿Por qué? Porque sólo se mueren los que en vida se la pasaron muertos. Muertos con la sangre y la mirada y la saliva desmayadas. No es el caso de nuestro Galeano, que tenía –sus libros lo demuestran– su sangre y su mirada y la saliva de sus palabras alumbradas. Joder, no siempre la muerte se sale con la suya. Y este es su prodigioso caso. Convengamos: Galeano si partió no es para irse a descansar en paz. Partió, pero para descansar en intensidad.

Ha recibido por estos días homenajes desde todos los rincones de la tierra. Vargas Llosa quiso ser diferente y dijo que “Galeano encarna un dogmatismo marxista que caricaturiza y falsea la realidad de América latina.” La descalificación de Vargas Llosa es una “condecoración”. Porque viene desde el atril de la resentida buitredad.

Que los neocapitalistas, que los neocolonialistas, los neoliberales, los neodesguazadores, que los neobuitres no se engañen; por favor, no festejen la muerte de Galeano. ¿Por qué? Porque la Vida continúa. Y Galeano, como la Vida, continúa.      

Es momento de paladear un enorme pequeño texto de Galeano, que sin duda resultará insoportable hiel para los neoliberales y los chupacirios. El texto se titula El origen del mundo. Esuchémoslo:

“Hacía pocos años que había terminado la guerra de España y la cruz y la espada reinaban sobre las ruinas de la República. Uno de los vencidos, un obrero anarquista, recién salido de la cárcel, buscaba trabajo. En vano revolvía cielo y tierra. No había trabajo para un rojo. Todos le ponían mala cara, se encogían de hombros o le daban la espalda. Con nadie se entendía, nadie lo escuchaba. El vino era el único amigo que le quedaba. Por las noches, ante los platos vacíos, soportaba sin decir nada los reproches de su esposa beata, mujer de misa diaria, mientras el hijo, un niño pequeño, le recitaba el catecismo. 

“Mucho tiempo después, Josep Verdura, el hijo de aquel obrero maldito, me lo contó. Me lo contó en Barcelona, cuando yo llegué al exilio. Me lo contó: él era un niño desesperado que quería salvar a su padre de la condenación eterna y el muy ateo, el muy tozudo, no entendía a razones.

–Pero papá –dijo Josep, llorando–. Si Dios no existe, ¿quién hizo el mundo?

–Tonto –dijo el obrero, cabizbajo, casi en secreto–. Tonto. Al mundo lo hicimos nosotros, los albañiles.”

Damas y caballeros, así es; y al que le pique, que se rasque. Al mundo lo hicieron los albañiles. Y lo hicieron todos los que ofician los oficios hacedores: los campesinos, los científicos, los obreros, los periodistas que no se resignan a la obediencia debida, los médicos, los músicos, los cantantes y cantores, los panaderos, algunos abogados, algunos políticos, algunos sindicalistas, algunos curas de intemperie, muuuchos maestros, tantos agricultores, los apasionados poetas de todos los oficios habidos y por haber. Seguro que Galeano coincide en que el mundo es un milagro, pero no caído del cielo, sino un milagro rasante, sembrado por las mujeres y los hombres que sobreponiéndose a la paranoia se atreven a soñar y se atreven a hacer el amor de los amores y los panes de cada día, con el mismo sudor.

Es como si todo hubiese sido calculado por un dios furiosamente terrenal para que Eduardo Galeano partiera con las pupilas enloquecidas de entusiasmo y el corazón repleto de ardua esperanza. Por estos días el Imperio del Norte ha tenido que descender a Cuba, esa isla islita que fue acogotada por más de medio siglo. Pero acogotada y todo siguió respirando desde su implacable dignidad. Barak Obana, dentro de sus muy acotadas posibilidades (porque en el fondo más que Presidente es un mero Vocero del musculoso y desaforado Pentágono) no tuvo más remedio que estrecharle la mano al octogenario Rául Castro, el hermano del eterno Fidel. Tenderle la mano, por fin, al cubano Castro que aclaró “Tenemos muchas diferencias, pero estamos dispuestos a discutirlo todo.”

Todo eso sucedió en la cumbre de Panamá en la que, por primera vez en la historia, un presidente norteamericano (el país adicto al petróleo, el de los genocidios preventivos), tiene que afrontar una cantidad de países democráticos y progresistas que lo cuestionan por el decreto, ¡desopilante! que declara a Venezuela como un país que pone en peligro la “seguridad de los Estados Unidos”. Por primera vez un presidente del imperio del Norte se encuentra con un racimo de países del sur que le reclaman, sin tartamudear, sin complejos de inferioridad, sin arrastrarse.

¿Quién iba a imaginar un escenario como este? Estados Unidos aceptando dialogar en un mismo nivel con Cuba, Estados Unidos teniendo que soportar el reclamo sonoro, individual y coral, por el desopilante decreto amenazando a Venezuela.

Algo como esto no nos animábamos ni a soñarlo. Siempre decíamos, desde la derrota de la resignación, que no lo veríamos ni nosotros, ni nuestros hijos, ni los hijos de nuestros hijos. Pero lo estamos viendo, y viviendo. Y Galeano, ya en el último peldaño de su agonía, también lo alcanzó a ver. Y viéndolo en su último día de respiración le ganó al neocolonialismo, al neocapitalismo, al neoliberalismo, al neodesguace, a los neogenocidas, a los neobuitres.

Y a la mismísima muerte, le ganó, para felicidad de los albañiles que nos hicieron y nos hacen y nos harán el mundo. Por los siglos de los siglos. Y amén. Y aleluya. ¡Y huija!!  

     

rbraceli@arnet.com.ar    –    www.rodolfobraceli.com.ar

 

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Obras Completas de Eduardo Galeano (descargar)

    

El miedo manda…

   

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