Orientación vocacional
¿Qué vas a estudiar?
Para decidir qué estudiar es preciso mirar ?hacia adentro?, reconocer los propios intereses, necesidades, expectativas y posibilidades, como también leer la oferta educativa con el fin de encontrar la que sea más adecuada.
La pregunta sobre qué hacer, qué camino emprender y cómo desplegar nuestros intereses y desarrollarnos como personas, ciudadanos y trabajadores emerge a lo largo de nuestras vidas; tal vez nunca con tanta urgencia como cuando se atraviesa la transición a la adultez.
En ese paso se despiertan intensas inquietudes respecto a qué es lo que nos interesa, lo que deseamos y podemos hacer, sobre las perspectivas que intentamos diseñar. El futuro pensado así, como posibilidad, como espacio de esperanza, habilita cualquier posible elección.
Con el egreso del Nivel Medio y la aspiración de dar continuidad a los estudios se enfrentan dudas y, asimismo, una oferta educativa amplia y a menudo difícil de interpretar. A esto se añade las complejidades de una época en la cual el esfuerzo y las nociones sobre el éxito, personal o social, se distorsionan.
Las inquietudes por aprender (desarrollar habilidades y competencias, lograr un título que habilite profesionalmente) y por obtener un trabajo llevan a las personas a buscar mayores niveles de conocimiento y formación.
Quienes nos ocupamos de los jóvenes nos encontramos con un panorama novedoso: por una parte, el incremento de la oferta educativa acontecido en la última década permite que muchos más jóvenes puedan estudiar carreras diferentes en cuanto a titulación, duración, forma de cursado, y, por otra, la realidad actual de los jóvenes ante el futuro.
Jóvenes que no estudian ni trabajan, desmotivados y apáticos, que no saben qué hacer de sus vidas; otros que sienten inquietudes pero están desorientados y se les hace muy difícil elegir; algunos que eligieron un camino y se “equivocaron” o “fracasaron” y tienen que volver a emprender su búsqueda; aquellos que creen saber qué quieren estudiar a partir de imágenes llenas de fantasía sobre la carrera o la profesión; muchos que quieren estudiar pero se sienten limitados por condiciones (económicas, familiares, personales, etcétera), y tantos otros que se encuentran inseguros respecto a sí mismos y sus elecciones.
La demanda
Estudiar y/o trabajar parece ser la cuestión a resolver. El mundo del trabajo requiere cada vez más mayores calificaciones en los trabajadores, que obtienen mejores puestos e ingresos en la medida en que tengan una formación acorde con los cambios tecnológicos, sociales y laborales. Los jóvenes entienden que son insuficientes los alcances de la escuela media en este aspecto y se sienten impulsados a buscar una formación acorde.
No sólo el mundo del trabajo hace demandas a la educación; también la sociedad, un proyecto de país, los ciudadanos como conjunto y de cada uno de ellos como sujetos con intereses singulares. Es entonces que todos ellos esperan que la educación provea esas calificaciones laborales o determinadas condiciones para un ejercicio pleno de la ciudadanía y ámbitos de desarrollo personal y profesional.
La oferta
Para dar respuesta a estas múltiples demandas, el ámbito educativo cuenta con diversas alternativas. La oferta educativa es muy amplia y diversa, lo cual a menudo confunde a los que están en proceso de búsqueda.
Por ello, nuestra provincia cuenta con un sistema educativo que ofrece diversos tipos de formación.
-Carreras de nivel superior que, a la vez, se desarrollan en instituciones universitarias (de gestión estatal o privada) o en instituciones de educación superior provinciales (profesorados y tecnicaturas, en instituciones de gestión privada y estatal).
-Oficios: para quienes quieren integrarse con rapidez al mundo del trabajo, a través de formaciones breves y orientadas a campos laborales específicos (por ejemplo metalúrgica, mecánica, carpintería, etcétera).
De este modo, un joven puede optar entre estudiar un oficio o una carrera; a la vez, cuando opta por una carrera puede elegir el ámbito (universitario o superior provincial); asimismo tiene que considerar qué parte de esa oferta puede desarrollarse en instituciones de gestión estatal (en general, gratuita) o privada.
El desafío de decidir
Para decidir qué estudiar es preciso mirar “hacia adentro”, reconocer los propios intereses, necesidades, expectativas y posibilidades, como también leer la oferta educativa con el fin de encontrar la que sea más adecuada.
Esto, que parece tan sencillo, entraña una serie de dificultades, una de ellas es la de poder mirarse a sí mismo identificando algo tan complejo como es lo vocacional. No se trata de una llamada o de una iluminación, la vocación se construye considerando intereses, capacidades, deseos, expectativas, necesidades, temores e inquietudes, como también el universo de elección, todas ellas dinámicas y a menudo cambiantes. Se elige así en la incertidumbre y por ello siempre quedan dudas o interrogantes; la certeza suele ser rara en estos casos. Entonces, la mejor ayuda que podemos ofrecer a alguien que está viviendo este proceso es aceptar sus dudas, sus cambios repentinos, sus ensayos como algo valioso, pues de esas confrontaciones surgirá alguna elección.
Conocer la oferta educativa es una parte esencial en este proceso. Entonces, para aquellos que están preguntándose qué estudiar, la Expo Educativa 2012 pone en contacto a los jóvenes que desean estudiar con la oferta educativa, para facilitar la elección. Como sociedad debe preocuparnos que haya tantos jóvenes que no estudian ni trabajan, que no encuentran la motivación ni el camino para su inclusión en la misma; ofrecerles ayuda en esta búsqueda resulta imperativo. Como afirma Sergio Rascovan, “la pregunta a responder cuando los jóvenes finalizan sus estudios medios no es qué harán el resto de su vida, sino qué les gustaría hacer en la vida y por dónde quisieran comenzar” – Rascovan, S. (2012). Los jóvenes y el futuro. Buenos Aires, Noveduc.
Qué pasa si me equivoco: Elección, reelección vocacional y proyecto de vida
Elegir, a lo largo y a lo ancho de la vida
Se afirma en la actualidad que las personas no sólo aprenden a lo largo sino también a lo ancho de la vida. Las experiencias de aprendizaje, tanto como los entornos en los cuales los mismo acontecen se multiplican y complejizan, habilitando nuevas oportunidades y proporcionando alternativas, desafiando a las personas a hacer nuevas síntesis de lo que son y de lo que desean ser y hacer en sus vidas. Así, los proyectos de vida que formulamos a partir de lo que conocemos o creemos conocer, esos planes que hacemos respecto a nuestro futuro, pueden mutar a la luz de nuevas experiencias.
No hay que pedirle a una carrera más de lo que la carrera da
Luego de egresar del nivel medio o secundaria afrontamos la tarea de decidir qué estudiar para formarnos para el mundo del trabajo, qué aprendizajes deseamos profundizar y qué tipo de actividad laboral nos va a resultar más satisfactoria. Esa elección siempre es tentativa y provisoria. De hecho, la vocación, entendida en un sentido amplio, excede lo que puede ofrecer una carrera que es simplemente un camino para concretar un proyecto ocupacional . Los múltiples intereses que tiene un sujeto, no se canalizan en forma exhaustiva a través de una carrera.
A esto se añade que una carrera optada en forma conciente y comprometida con el propio deseo, se elige en un determinado momento de la vida en que todo es un poco incierto. Por ello, lo que resulta satisfactorio en un momento de la vida puede no serlo en otro como fuente de ingresos o de logros personales.
También puede suceder que estas elecciones, realizadas en el período juvenil, responden a un mandato familiar que lleva a elegir carreras de tipo tradicional o que fantaseadas en el momento de la elección, al concretarse en su ejercicio en un campo laboral real, sean objeto de desilusiones.
En efecto, expectativas muy elevadas sobre lo que la carrera me puede ofrecer suelen ser la fuente de muchas frustraciones; es más lo que uno le puede poner a la carrera en términos de ambiciones, entusiasmo que lo que la misma puede proporcionarme.
A veces ese mandato se refiere a la titulación, a que en determinados estratos sociales, la ausencia de un título universitario es percibido como un déficit personal, por lo cual se estudia una carrera para tranquilizar la conciencia más que para obtener un recurso para trabajar. Sucede también que, para muchas personas, la carrera en sí es atractiva pero no lo es el ejercicio profesional, por ejemplo, entre estudiar las leyes y el derecho y ejercer la profesión de abogado, con sus demandas y rigores.
El desarrollo de aptitudes, la maduración de los intereses, el autoconocimiento y las experiencias de vida, propias del tránsito de esta etapa juvenil, van generando una trama en la cual las personas reeligen qué hacer de sus vidas en lo profesional, a veces dando vuelcos inesperados en el desarrollo de un estilo de vida que les produce mayor satisfacción.
El título, la profesión y el trabajo
Ante el hecho de haber elegido una carrera que no proporciona las satisfacciones esperadas (económicas, emocionales, sociales, de reconocimiento y de logro) muchas personas se replantean el camino. Otras persisten, aún cuándo esta actitud les trae frustraciones, malestar y un continuo descontento.
De allí que haya personas que luego de finalizar una carrera hacen otra o eligen una actividad laboral que nada tiene que ver con su título universitario. En muchos casos, ya lograda la madurez personal y hábitos intelectuales, que son un aspecto medular de la formación de nivel superior, pueden emprender exitosamente el desarrollo de una actividad laboral en un campo socio-ocupacional que no es aquel para el que se formaron.
Para ello se requiere flexibilidad y lo que E. Morin, llama “la cabeza bien puesta” (más vale una cabeza bien puesta que una repleta). También tener en claro las prioridades, que en este tema tienen que ver con la identidad personal, quién soy. Una carrera no responde esa pregunta para la mayoría de las personas. No soy “ingeniero/a” o “médico/a”, soy Juan o María, y según mis valores elijo disfrutar de la vida y del trabajo, no someterme a una elección, que podría ser otra en el momento actual.
En efecto, una carrera universitaria proporciona educación, no sólo un título o habilitación profesional. Parte importante de esa educación tiene que ver con la capacidad de plantearse problemas, para organizar y procesar la información, también los conocimientos generales, la ampliación de intereses, las actitudes y valores, las habilidades y destrezas. La polivalencia de estas capacidades hace que puedan aplicarse en muy diversos entornos laborales, muchos de los cuales pueden no tener un perfil profesional específico para cubrirlos.
Es Morin, en el texto ya citado, quien menciona que las universidades forman especialistas a menudo parcelando el conocimiento, que esa especialización atenta contra la complejidad del mundo actual, a la cual los sujetos deben dar respuesta. Como afirma este autor, el conocimiento es el capital más valioso para una persona y para la sociedad.
Elegir, reelegir tantas veces como sea necesario
En este tiempo “líquido, como refiere Z. Bauman, las elecciones de vida fluyen a veces por caminos o grietas que se van abriendo a nuestro paso; a veces prima la inconstancia o la certeza de estar decidiendo qué es lo mejor para nuestras vidas, otras tantas, la inestabilidad del campo laboral o las oportunidades que emergen de un escenario de trabajo complejo.
A veces una carrera nos proporciona un campo profesional rentable, pero con ganar dinero no alcanza. Otros objetivos personales pueden jugar para considerar que una actividad profesional es satisfactoria. La búsqueda de una mejor forma de vida es el resultado de madurar y hacerse cargo de las propias inquietudes, como también de buscar los caminos para darles curso.
El proceso de darse cuenta de qué es lo que uno quiere hacer, de cómo puede valerse de su educación en otros espacios o ámbitos, es largo y nunca se cierra. Por eso muchas personas, en el momento de su jubilación toman decisiones vocacionales nuevas e inesperadas para quienes creen conocerlos de toda la vida.
Para muchos puede ser entendido como penoso que alguien abandone la carrera, entendida ésta como una inversión; no obstante, a la luz del pensamiento de Morin, puede ser que de una carrera no sólo se obtenga un título, sino un conjunto complejo de capacidades que preparan a las personas para afrontar el principal problema de sus vidas: hacer de ellas algo significativo y satisfactorio.
Lic. Mónica Coronado
Lic. Viviana Navarta
Lic. Cecilia Utrero
Dirección de Educación Superior
Fotos: Estudiantes en la Expo Educativa 2013.